Hace
siete años falleció Vilma Espín, heroína de la clandestinidad, combatiente del
Ejército Rebelde e incansable luchadora por la emancipación de la mujer y la
defensa de los derechos de la niñez.
Justicia, honradez, honestidad, la verdad, el amor al estudio y a la
lectura, el disfrute de la música, la afición por los deportes y la vida en
contacto con la naturaleza, fueron los principales valores vigentes en esta heroína.
Aunque procedía de una familia acomodada Vilma Espín, fue capaz de
asumir en Santiago las más diversas tareas y estar a la par de los hombres en
la lucha. Así latió el corazón de su ciudad natal ante su muerte, el lunes dieciocho
de junio de dos mil 07.
Su legado no se puede encerrar en una foto,
una firma, una cifra, un gesto, una entrevista o un discurso. Es y será siempre
muchísimo más que todo eso para las presentes y futuras generaciones: ejemplo
multiplicado en tanto pueblo que no cabe en estatuas, monumentos, memoriales y
plazas.
Fue Vilma Espín, junto a los nombres de Celia
Sánchez Manduley y Haydée Santamaría Cuadrado, un paradigma de mujer
comprometida con la Patria, con la Revolución, con el Partido y con Fidel.
Pasarán muchos años, serán escritas
muchas páginas en la historia de la mujer cubana, pero en ella tendrá que
aparecer siempre la huella de quien fue amiga leal y compañera de todas las
féminas del mundo, nuestra querida Vilma Espín Guillois.
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