miércoles, 16 de enero de 2013

CRÓNICA: “El Villena de siempre”.



Por :Liannne   C Soto Herrera  
Si alguna frase define con toda exactitud la personalidad del intelectual y combatiente revolucionario cubano Rubén Martínez Villena es la expresada por su amigo y compañero de luchas Raúl Roa cuando señaló: "desafió mil veces la muerte y quemó alegremente su vida".
Con talla de genuino conductor y líder, Rubén perteneció a una generación a la que correspondió el alto honor de encarnar, con la palabra y la acción, la continuidad histórica de las luchas independentistas de 1868 y 1895 en medio de los vaivenes de gobiernos sumisos y sangrientos tras el surgimiento de una República atada de pies y manos por su vecino del Norte.
El 16 de enero de 1934 la tuberculosis que lo azotaba extinguió su existencia. Olvidado de sí mismo para entregarse a los demás, Rubén comenzó a desplegar sus energías en 1923, un año que marcó su consagración revolucionaria.
Hizo suyo un gesto rebelde de su generación: la Protesta de los 13, acción política en la que junto a otros jóvenes intelectuales reveló públicamente impúdicos negocios de un alto funcionario del gobierno de turno.
Fue el año de la constitución del Movimiento de Veteranos y Patriotas, fugaz intento al que se sumó en defensa de la línea insurreccional armada. Junto a su entrañable amigo y camarada de ideas, Julio Antonio Mella, fundó la Universidad Popular José Martí, en noviembre de 1923, y unos meses después, la Liga Antimperialista de Cuba.
Por aquellos días comenzaba a asomarse la enfermedad pulmonar que lo ultimó. Pudo haberse curado cuando la dolencia disminuía, pero soslayó las advertencias médicas.
Sin descansó y tras el asesinato de Mella en 1929, retomó su bandera de lucha. Sumó voluntades en fábricas y talleres. Organizó sindicatos. Predicó la ideología marxista-leninista y con su toga de abogado defendió a los desposeídos y a los dirigentes obreros encarcelados o perseguidos.
Tras sortear persecuciones para asesinarlo y en el sigiloso quehacer del clandestinaje como militante del Partido Comunista, Rubén fue el mentor de dos resonantes huelgas contra la tiranía de Gerardo Machado: la de marzo de 1930 y la de agosto de 1933, la cual provocó la caída del sangriento régimen.
Tenía 34 años de edad cuando la noche del 16 de enero de 1934, en un sanatorio de las afueras de La Habana, quedó apagada su vida como luz que despedía el último destello, pero sus ideas y simiente continuaron irradiando para guiar a otras generaciones de revolucionarios cubanos.

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